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Oración: Llamados a volver al amor verdadero

  • isolanopickett
  • Jul 29
  • 6 min read

¿Qué harías si la persona a la que amas con todo tu corazón te traicionara una y otra vez?

Hoy hemos iniciado nuestras lecturas con unas palabras muy duras, que incluso pueden parecer ofensivas para nuestra sensibilidad actual: La historia de Oseas y su esposa Gomer. Oseas se casó con una mujer que, a pesar de ser amada tiernamente por su esposo, ella prefirió el amor pasajero de otros hombres. Resulta desconcertante pensar que Dios pidió al compasivo Oseas casarse con una mujer que no podía corresponderle en amor, pero el centro del mensaje no está en juzgar a Gomer, o a las personas que, por muchas razones que no podemos imaginar, se han dedicado a la prostitución.

El mensaje de esta lectura se centra en el amor misericordioso de Dios por Israel, que es comparado con el amor fiel y compasivo de Oseas, quien no juzga a su mujer, sino que se conduele porque ella no es capaz de apreciar el amor verdadero de su esposo. En medio de tantos malos ejemplos que vemos en la Biblia sobre la actitud de hombres infieles, como el rey David, es un alivio ver un modelo de un esposo fiel, un ejemplo de amor verdadero.

Israel ha sido como Gomer, ha recibido de Dios el amor a manos llenas, pero Israel se ha ido detrás del falso amor de Baal y otros dioses. Israel ha dejado de confiar en la acción poderosa de Dios y ha puesto su confianza en pactos políticos realizados con los egipcios y los asirios. Israel se ha alejado de la fuente del verdadero amor y ha traído dolor a lo que estaba llamada a ser una familia amada. Pero Dios, a pesar de eso, mantiene su misericordia. En Oseas escuchamos muy duras palabras de Dios, como las palabras que los seres humanos podemos decir cuando nos sentimos traicionados, pero Dios, con su corazón quebrantado de dolor, mantiene su fidelidad, su perdón y su amor. Dios no quiere otra cosa que la felicidad de Israel, y Oseas quiere lo mismo para su amada Gomer y sus hijos.

Oseas sabe que lo que le falta a Israel es profundizar en el conocimiento de Dios, lo cual no significa un conocimiento intelectual, sino un conocimiento basado en una relación profunda. El conocimiento de Dios que Israel y nosotros necesitamos no es un conocimiento que se encontrará en libros, los cuales son muy buenos, pero insuficientes. El conocimiento de Dios que salvará a este mundo es aquel que viene de tener una relación personal de Dios, una relación de amistad.

Teresa de Jesús, maestra de oración, dice que la oración es “tener un trato de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama.” Oseas nos presenta hoy lo que ocurre cuando carecemos de ese conocimiento, de esa relación de amistad y amor con Dios. Y este amor fiel de Dios que Oseas anuncia, se hace cercano en Jesús, quien nos dice en el evangelio cómo llegar a ser amigos de Dios, es más, cómo vivir con Dios una relación de amor como la que debería existir entre un hijo y un padre.

En nuestra sociedad cargamos con muchas heridas en nuestras relaciones con nuestros padres. Hay padres que no se han responsabilizado de sus hijos, hay padres que han sido abusivos, ausentes, agresivos o posesivos. Pero Dios no es cualquier padre, Dios es El Padre. Dios es el modelo de paternidad: un padre compasivo de maternal amor. Dios es como esos padres que cuidan de sus hijos, que los escuchan, que los aconsejan con respeto, que aprenden día a día a ser el apoyo y el modelo que sus hijos necesitan. Si tu experiencia con tu padre o tu madre está llena de momentos de dolor, no dejes que eso oscurezca la verdadera imagen del Padre celestial. Él es compasión infinita, amor sin límites. Dios es todo lo bueno que pudiéramos esperar de un padre o una madre y aún más.

Jesús hizo algo revolucionario en el evangelio: Llamar a Dios con una palabra familiar y de respeto: Abbá, Padre. En los tiempos de Jesús, Israel sabía que era el pueblo de Dios, otras culturas consideraban que los reyes eran hijos de los dioses, que eran dioses. Pero Jesús nos vino a abrir las puertas a una nueva realidad: Los seres humanos son hijos de Dios por medio suyo. Podemos acercarnos a Dios con la confianza con la que lo haríamos con un padre o una madre. Estamos llamados a vivir en relación con Dios. No oramos para negociar con Dios, como si la oración fuera una fórmula mágica para obtener lo que queremos, sino para vivir un diálogo de amor con el Padre.

¿En el evangelio, Jesús nos dice que Dios nos dará todo lo que pidamos si lo hacemos insistentemente? No, Jesús no nos está diciendo que todo lo que oremos será cumplido si eso no está de acuerdo con el plan amoroso de Dios. Los discípulos le pidieron que les enseñara a orar y él lo hizo: Jesús les enseñó el Padre Nuestro, el modelo de nuestra oración. Jesús dice que el Padre cumplirá lo que pidamos en el Espíritu Santo, aquellas cosas que son realmente necesarias:

Que el nombre de Dios sea santificado, que su reino de justicia llegue a esta tierra herida por la desigualdad y la falta de amor, especialmente hacia los más desposeídos. Que su voluntad, que es amor y salvación para la humanidad se cumpla. Que nunca nos falte el pan y que incluso nos sobre para poder compartirlo con los demás, no para llevárnoslo para nosotros mismos. Que el pan sea compartido con generosidad con todos, que nuestra generosidad sea signo del Reino de los Cielos. Que Dios perdone nuestros muchos pecados y que nos dé un corazón como el suyo para perdonar a quienes pecan contra nosotros. Que seamos librados en tiempos de tribulación, cuando seamos perseguidos, arrestados, criticados e injuriados. Y que seamos liberados de todo lo que contribuye al mal entre los hijos e hijas de Dios. Orar desde el corazón del Padre Nuestro es dejar que el Espíritu de Dios ore en nosotros.

Dios no nos va a cumplir nuestros caprichos, nuestras oraciones egoístas, nuestros deseos de venganza, nuestros deseos de que el mal acaba por medio de la violencia. Sé que a veces quisiéramos que las cosas sucedieran como nosotros lo deseamos, pero eso no es lo que lograremos en la oración, si eso no va conforme al corazón de Dios. San Pablo nos dice hoy: “No se dejen llevar por quienes los quieren engañar con teorías y argumentos falsos, pues ellos no se apoyan en Cristo, sino en las tradiciones de los hombres y en los poderes que dominan este mundo.” Antes bien, por medio de la oración diaria, en común o en privado, dejemos que nuestros corazones vayan siendo lavados, poco a poco, por el manantial de vida del Espíritu Santo.

El Libro de Oración Común es el libro con el que los hijos e hijas de Dios de la tradición Episcopal oramos. Por eso, quiero invitarles a tomar consciencia sobre esto: Nosotros no leemos las oraciones del Libro de Oración Común. Nosotros no leemos los salmos, o las letanías. Nosotros oramos las oraciones, tomamos consciencia de a quién dirigimos nuestras palabras y nosotros hablamos con afecto, con respeto y con el amor con el que hablaríamos al Padre más amoroso que existe. Por eso, no leamos más nuestro libro, oremos, que el LOC sea para nosotros una puerta para entrar al interior de nuestras almas, donde Dios nos espera, con su amor eterno, fiel y compasivo. Por eso, quisiera invitarte a que escojas una oración del Libro de Oración Común y la reces despacio y meditándola con todo tu corazón durante esta semana. Puede ser la colecta de hoy, o el salmo. Deja que el Espíritu Santo hable a tu vida por medio de la oración meditada, de la oración llena de afecto, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser.

Hoy Dios nos llama a dejar los amores falsos y a volver a Él, volver al verdadero amor. Como Oseas que nunca dejó de amar a su esposa Gomer, Dios no deja de buscarnos nunca. Por eso, que el Espíritu Santo renueve en nosotros la alegría de sabernos hijos e hijas amados, y que nuestra vida sea una oración viva de gratitud y perdón, un perfume fragante en el Espíritu de Dios Amor.

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